20/02/2025

La comunicación en tiempos digitales

Es importante conocer quién está detrás de cada tuit.

Con el lenguaje, el ser humano —una especie con muy pocas expectativas de supervivencia— logró cambiar su destino. Los humanos no eran expertos en nada —ni volaban, ni nadaban, ni corrían a gran velocidad—, pero la necesidad de sobrevivir hizo que en su pequeño cerebro apareciera una habilidad hasta entonces desconocida: el lenguaje, que fue decisivo para imponerse a las demás especies con las que compartían territorio.

La aparición del lenguaje humano implicaba que, además de poder comunicar los hechos que ocurrían en el momento presente, también se podían compartir otras ideas o conceptos que no eran tangibles y que otros humanos nunca habían visto. La capacidad simbólica del lenguaje es, por tanto, clave en nuestra definición como humanos, porque aunque los animales se comunican entre sí, ninguna especie ha alcanzado nuestro grado de abstracción y sofisticación comunicativa. Sin el simbolismo, no seríamos los Homo sapiens actuales.

Con el paso del tiempo y, especialmente, con la llegada de la tecnología digital, los modelos comunicativos han cambiado radicalmente. El esquema tradicional de la comunicación humana que aprendimos en la escuela —emisor, receptor, mensaje, referente, código y canal— se ha transformado significativamente. Los dispositivos digitales han ampliado la comunicación mediante prestaciones que nunca antes se hubieran imaginado, tanto en la producción de mensajes —orales, escritos o visuales— como en los canales a través de los cuales se difunden.

El mundo actual es el mundo de la información, donde imagen y palabra se convierten en los pilares de otra sociedad, la digital, que ya no busca la supervivencia de la especie en un entorno hostil, sino el poder virtual que implica ganancias económicas y de influencia social que empresas y gobiernos quieren poseer y controlar para marcar tendencias de mercado o de pensamiento que validen sus acciones. Por eso es tan importante conocer quién está detrás de cada tuit, de cada nueva aplicación, de cada información que se genera antes de aceptar de buena fe sus propuestas.

Nada es gratuito en la red y, como usuarios —emisores y receptores de mensajes al mismo tiempo—, debemos ser más conscientes que nunca de que nuestros “me gusta” tienen un poder extraordinario en el mundo efímero de la virtualidad. Un mundo volátil en el que nada dura y que siempre espera con ansias la llegada de un nuevo mensaje que nos haga olvidar el anterior.