24/07/2024

Gna. Susana García del Álamo: «La vida consagrada sigue siendo un rayo de esperanza»

Nacida en Urda (Toledo), La Gna. Susana García del Álamo, religiosa de las Carmelitas de San José, hizo la primera profesión en Barcelona el 15 de octubre de 1988 y la perpetua en su pueblo natal, el 25 de septiembre de 1993. Estudió Teología en el Centro de Estudios Martí Codolar (Salesianos) y, más adelante, magisterio en la Universidad Ramon Llull, para completar su recorrido formativo con un posgrado en Dirección de Centros Escolares por la Fundación de la Escuela Cristiana de Cataluña y otro de Acompañamiento espiritual en la Fundación Vidal i Barraquer. El 2 de agosto de 2021 fue elegida como superiora general. Desde el mes de junio de 2023, es la presidenta de la Unión de Religiosos de Cataluña.

Coincidiendo con la fiesta de la Presentación del Señor, la Candelaria, cada año el 2 de febrero se celebra la Jornada Mundial de la Vida Consagrada. ¿Cómo viven esta jornada los religiosos y las religiosas?

Es un día en que todos los consagrados nos sentimos convocados en la plegaria unidos en una misma vocación, sin tener en cuenta el carisma propio, porque todos somos llamados por Dios a ser para Él y para los demás.

¿Cómo surgió su vocación?

Mi vocación surgió cuando era adolescente como respuesta a la llamada de Jesús que en ese momento me invitaba a seguirlo, a pesar de todos mis miedos, con el fin de acercarme a los jóvenes, como yo, y alentarlos a vivir sin sucedáneos, sin tener que fumar, ni caer en las drogas para llegar a ser feliz, al mismo tiempo que el testimonio de las hermanas de la comunidad que en ese momento había en mi pueblo, que ayudaban a los enfermos, visitaban a las personas mayores, se entregaban en la pastoral juvenil, me impulsaba a seguir sus pasos. Dentro de mí había una necesidad de entregarme totalmente a los más necesitados y conocer más a Jesús y después de un tiempo de discernimiento y acompañamiento, por parte de una hermana, me arriesgué a hacer una experiencia con ellas mientras finalizaba mis estudios de gestión administrativa. Después de dos años decidí dar un paso adelante y empecé el noviciado, donde descubrí que Jesús me pedía consagrarle mi vida.

¿Cómo renueva su sí al Señor?

Intento acercarme a Jesús, mirarlo y ponerme en sus manos para que sea Él quien dé sentido al «sí» que voy a dar un día. A veces no es fácil, otras me hace falta renovar la fe y decirle como Samuel: «Soy aquí» y como María: » Que se haga como tú quieres.» Me ayuda pensar que Él siempre está a mi lado y que lo que hago lo hago con Él y por Él.
Durante muchos años ha dedicado su vida a la educación de los niños y los jóvenes en una escuela, llevando grupos de jóvenes acompañándolos en su proceso de formación y crecimiento.

¿Cómo ve ahora el mundo educativo?

Creo que son tiempos difíciles para seguir educando en los valores del Evangelio cuando son las mismas familias que lo dificultan. A pesar de todo, como siempre, la educación es un reto, porque en función de cómo educamos a nuestros niños, adolescentes y jóvenes tendremos un futuro u otro.

Los jóvenes siempre han sido vulnerables, se dejan llevar, por eso hace falta educadores que sean y vivan siendo coherentes con sus principios, sin dejar de lado a Jesús y su mensaje.

La educación es una vocación, un mundo fascinante, como cualquier vocación. Por ello, creo que es necesario que los docentes se comprometan y acompañen a sus alumnos con comprensión, estima, firmeza, resiliencia, empatía para que les den la confianza para que puedan sentirse escuchados.

¿Cómo es su día a día al frente de la Unión de Religiosos de Cataluña (URC)?

Intento estar abierta y dispuesta para escuchar lo que nos piden y ponerme al servicio de los hermanos y hermanas. Hasta ahora no he tenido mucho trabajo, pero sí intento dar respuesta a las iniciativas que salen, los proyectos que se proponen, y sobre todo procuro dejarme ayudar por los miembros de la junta porque tienen más experiencia que yo.

¿Cuáles son los fines principales de la URC?

Creo que podríamos señalar diferentes bloques, uno desde la perspectiva interna y otro hacia afuera, considerando que todos los religiosos miramos hacia la misión apostólica o pastoral.
Desde la vertiente interna, fomentar la relación entre todas las Congregaciones presentes en Cataluña, con la riqueza que cada una aporta con su carisma; programar y realizar reuniones periódicas con los Superiores Mayores que nos ayudan a compartir inquietudes y proyectos; animar y apoyar la vida religiosa para seguir siendo presencia viva de lo que somos; fomentar la formación inicial y permanente de los religiosos.

Y si miramos más hacia la vertiente apostólica, entre otras, podríamos señalar, la participación en la programación de la pastoral de conjunto en estrecha unión con la Conferencia Episcopal Tarraconense (CET), fomentando el diálogo y la cooperación con las personas y los organismos de las diócesis.

¿Y los retos?

Creo que los retos de la URC son los mismos que los de la propia Vida Religiosa insertada en cualquier rincón del mundo, pero podríamos destacar el de afianzar los valores propios que nos distinguen como consagrados. Tenemos que volver a recuperar la confianza y credibilidad que hemos perdido, y por eso tenemos que intentar vivir con profundidad y coherencia lo que profesamos.

También considero que es necesario trabajar para que la mayoría de las congregaciones que tienen presencia en Cataluña participen de las reuniones y asambleas que organizamos y convocamos. Y si queremos soñar, trabajar para potenciar una pastoral vocacional firme que, desde el acompañamiento a los jóvenes, les ayude a hacer una opción hacia el llamamiento que sienten dentro de ella. Así como considero un reto ayudar a los religiosos jóvenes a mantener la esperanza, aunque vean que la edad de la mayoría de los consagrados cada vez es más alta y no hay tantas vocaciones, en las que vale la pena arriesgar y entregar la vida por Cristo y su Evangelio.

¿Qué ofrece la vida consagrada a nuestra sociedad?

Aunque parece que la vida consagrada no tenga sentido en gran parte de nuestra sociedad, sigue siendo un rayo de esperanza para las personas que buscan ser acogidas y acompañadas. Ofrece un espacio de escucha, de comprensión, de resiliencia… Ofrece la posibilidad de ser la presencia de Jesús en medio de un mundo, acercándonos, con toda nuestra humanidad y compasión, a los ambientes no cotidianos. Creo que tenemos la posibilidad de hacernos creíbles por nuestras obras para que otros, al ver, puedan creer y seguir el Evangelio.
Ofrece también la gran riqueza de los carismos de nuestros fundadores y fundadoras que nos impulsan a ser rostros visibles de Jesús, así como la disponibilidad y las ganas de ayudar a crear un mundo más humano, que se ama y que cuida de la tierra como don de Dios.

Al mismo tiempo pide, aunque sean una minoría, presencia silenciosa del Amor encarnado. Escucha sincera para acercarnos a la gente que vive sin sentido. Una mano cercana que está siempre a punto para ayudar. Una palabra adecuada que reclama justicia.

¿Cómo está viviendo el camino sinodal? ¿Qué espera que aporte a la vida consagrada?

Yo lo viví como una oportunidad de renovación de nuestra opción de vida, que tiene como centro a Jesús que nos convoca a estar siempre dispuestos a salir de nosotros mismos para mirar a los demás, como también con la esperanza de poder seguir trabajando codo a codo con otras familias religiosas para mirar hacia adelante y no perder la esperanza de que lo que es obra de Dios Él debe cuidarlo.

Aunque parezca una burbuja, creo que no nos acercará mucho más de lo que aporta la misma opción de vida, porque desde siempre la vida consagrada ha estado en las fronteras, ha vivido siempre en salida, ha estado a favor de los más desvalidos, ha sido misionera; ahora, con el sínodo de la sinodalidad lo que conseguimos quizás es ser más conscientes de ello y tenemos la oportunidad de dar gracias por todos los consagrados que así lo han vivido a lo largo de la historia.

¿Qué significa que la Iglesia sea misionera y a la vez sinodal?

Sabemos que la Iglesia existe siempre para la misión, ella es como es, misionera por naturaleza y su misión es la misma que nos propone Jesús: «Hacer presente en el mundo el Reino de Dios» (Evangelii gaudium 176). La Iglesia es misionera porque sale hacia los demás, atendiendo a los desvalidos, a los vulnerables, a los necesitados, dejando la propia comodidad para encontrarse con Jesús encarnado, con la intención de ser «sal y luz» en el mundo, llevando la Buena Nueva del Evangelio tal y como nos envió y enseñó Jesús, manifestando su ternura, escuchando, acompañando, curando heridas que hunden a la persona, siendo solidarios y aportando esperanza.

La Iglesia es, por sí misma, misionera, porque su fin principal es dar a conocer el Evangelio, y por lo tanto sale a la calle y «junto con otros» hace camino. Nadie puede ir por libre, porque Jesús llamó a los discípulos para salir de dos en dos, para compartir la fe en grupo.

Debemos concienciarnos todos de la necesidad de caminar juntos, codo a codo, con el fin de afrontar las necesidades y realidades concretas y al mismo tiempo comunes, uniendo la riqueza de nuestros carismas con el fin de vivir una misma misión – vocación: vivir en plenitud el Amor de Dios, vivir una misma fe, un mismo bautismo, una misma PALABRA.

¿Cómo trabajan los religiosos y las religiosas por una Iglesia en salida?

Precisamente saliendo a encontrar al otro, quienes lo necesitan, los pobres, los enfermos, los asustados, cualquier persona que necesite una ayuda concreta, que actualmente son muchas. Como dice el Papa: «Abriendo las puertas de nuestras comunidades» «para acoger a todo el mundo sea como sea». Dicho de una manera breve: abriéndonos a las necesidades concretas de hoy, poniéndonos al lado del proísmo, escuchando el clamor de los pobres, como lo hacía Jesús en su tiempo y en su contexto, entregándonos a ellos.

¿Qué podemos hacer para que haya más vocaciones en la vida consagrada?

¡Lo bueno es que lo sabés! Las vocaciones son regalos de Dios. La vocación es un llamamiento que Él nos hace cuando quiere y cómo quiere; eso sí, hay que estar abiertos para escuchar su voz y los jóvenes de hoy (y gran parte de las personas) están llenos de ruidos y voces que llaman y que a menudo no les permiten escuchar la voz de Dios. Nosotros, los religiosos, no debemos tener miedo de ofrecer esa vocación como proyecto de vida que llena. Tenemos que ser valientes e invitarlos como lo hizo Jesús: «Venid y lo veréis».

Creo que tenemos que intentar vivir en plenitud y coherencia el Evangelio para que nos vean creíbles y quieran dejarlo todo para encontrarlo todo.