Aporofobia
La aporofobia es la actitud de desprecio, rechazo y odio hacia las personas pobres. No es lo mismo que la xenofobia (rechazo a los extranjeros) ni tampoco es lo mismo que el racismo (desprecio hacia las personas de otras razas).
En muchas ocasiones, se recibe con los brazos abiertos a los extranjeros ricos o a los deportistas de otras razas y, al mismo tiempo, se rechaza a las personas pobres, incluso dentro de la propia familia. Vemos a las personas pobres como un estorbo, como una amenaza a nuestro bienestar o como un recordatorio de que podría sobrevenirnos una desgracia y acabar en el fracaso social. Nos da miedo la pobreza y vemos al pobre como alguien que viene a complicarnos la vida, como alguien que no tiene nada que aportar en un mundo como el nuestro, basado en el intercambio comercial y de favores.
La filósofa Adela Cortina, quien acuñó este término, insiste en que no solo existen pobres en el ámbito económico, sino también en otros ámbitos: ese niño que sufre acoso escolar, aquella enferma mental a quien todos dan de lado, aquel adicto que no logra salir de su adicción, etc. Tenemos aporofobia ante aquellos que supuestamente no pueden ofrecer nada a cambio.
La aporofobia la sufren los últimos de los últimos en un mundo en el que solo vales si tienes algo que pueda interesar a los demás, ya sea dinero, favores, votos o cualquier otra cosa. Las consecuencias para la víctima de la aporofobia son desastrosas: marginación, exclusión, invisibilidad. En casos extremos, agresiones e incluso asesinato (en Barcelona hubo hace años un caso de una persona que dormía en la calle a la que unos desalmados prendieron fuego). La aporofobia es una lacra que es preciso erradicar de nuestras vidas fomentando la empatía y la solidaridad, actitudes que nos humanizan. Podemos superar esa tendencia que todos tenemos a ser aporófobos si miramos al otro como prójimo, como hermano, como otro yo, y no como alguien de quien podemos obtener un beneficio.